Tiresias, en su celda
TIRESIAS.– Déjame volver a casa: de esa forma soportarás tu destino y yo el mio, si me lo permites.
EDIPO.– Tus palabras son extrañas y no muestras amor por Tebas, que te ha criado. Puesto que te niegas a contestar, irás preso.
La celda de Tiresias
TIRESIAS.– Apuntalo con silencio las entrañas de esta Tebas enferma y maldita. Para este anciano cuerpo que ha navegado ya el cíclico oleaje del destino, ni el error es cruel enemigo ni la verdad dulce compañera.
Callo, los muros hablan Mis cadenas no retienen la desdicha y la verdad Callo y los muros hablan De los crímenes que fueron y de los que serán
¿De qué sirve resistir, por qué callar, si el mismo aire dibuja con incienso un camino de dolor y de llanto, si ya arrastra a los altares del tirano las voces que creía custodiar?
Llevadme, os lo ruego, y derramaré sobre el corazón de Edipo el verbo amargo de su crimen.